Con iniciativas socioambientales, mujeres han transformado sus vidas positivamente.
Noticias Valle.
El 15 de octubre se conmemora el Día Internacional de las Mujeres Rurales, una fecha establecida por la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas en 2007. Este día busca reconocer la invaluable contribución de las mujeres rurales en el desarrollo agrícola, la erradicación de la pobreza y la mejora de la seguridad alimentaria.
En Colombia, estas mujeres no solo garantizan el sustento alimenticio de sus comunidades, sino que también son guardianas del medio ambiente y la biodiversidad.
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Las mujeres rurales aseguran la mitad del sustento alimenticio en el mundo y lideran iniciativas cruciales de reforestación y recuperación de cuencas hidrográficas. En este contexto, el programa Ecoaguas, una iniciativa socioambiental de Syngenta creada en 1995, ha empoderado a numerosas mujeres en los departamentos del Valle del Cauca, Cauca, Urabá antioqueño y Magdalena. Este programa tiene como objetivo preservar los bosques nativos tropicales y fomentar una cultura ambiental en las comunidades.
El programa “Sembrando agua”, que actualmente impacta a 18 municipios, trabaja con población rural vulnerable de estratos 1 y 2, en su mayoría liderada por mujeres. De los 1.164 viveristas vinculados, el 60% son mujeres que, a través de su trabajo, obtienen ingresos que mejoran su calidad de vida y la de sus familias.
Logros del programa Ecoaguas
Desde su creación, Ecoaguas ha logrado resultados significativos en la conservación del medio ambiente:
Producción de 1.900.000 árboles nativos de más de 170 especies protegidas.
Intervención de 4.051 hectáreas en Antioquia, Cauca, Magdalena y Valle del Cauca.
Reforestación y protección de 18 microcuencas hidrográficas y 372 nacimientos de agua en el país.
Historias de transformación
María Teresa Gamboa: El Vivero Nuestro Castillo
Ubicado en el corregimiento de La Unión, en el municipio de Florida, Valle del Cauca, el vivero Nuestro Castillo es un claro ejemplo de cómo la perseverancia y la pasión pueden transformar vidas. Fundado por María Teresa Gamboa, este vivero familiar ha impactado positivamente no solo su economía, sino también el entorno ambiental de la región.
El viaje de María Teresa en el mundo de la jardinería comenzó el 11 de enero de 2010. Durante una visita a una amiga en la vereda de El Llanito, se encontró con el vivero Fuerza Verde, donde conoció a la señora Idali Moreno, líder del lugar. “Me explicó la dinámica del vivero y la importancia de cuidar el medio ambiente”, recuerda María Teresa. Fascinada por el potencial que ofrecía este tipo de emprendimiento, decidió que era hora de hacer algo similar en su comunidad.
El Nacimiento del Vivero Comunitario
Motivada por su interés y la necesidad de generar ingresos, María Teresa se reunió con dos mujeres de su localidad, también madres cabeza de hogar. Juntas formaron un grupo de nueve personas para crear un vivero comunitario en su finca. Con el apoyo de Asodes, la Asociación de Usuarios de Aguas Superficiales y Subterráneas de la Cuenca del Río Desbaratado, lograron la aprobación para iniciar su proyecto.
Al poco tiempo, los técnicos de Ecoaguas, la iniciativa de Syngenta, visitaron el vivero y vieron el potencial del grupo. Gracias a esta conexión, pudieron formar parte de la familia Ecoaguas y comenzar la reforestación y recuperación de la cuenca del río Desbaratado.
Hoy, María Teresa Gamboa lidera el vivero Nuestro Castillo, agradecida por el apoyo recibido a lo largo de su camino. “Gracias al dinero que genero, he podido pagar las cuotas del banco para arreglar mi casa, comprar regalos para mis hijos y preparar cenas especiales”, expresa con emoción.
Gabriela Mestizo: Vivero “Fxtu Wesx Nasa”
En el resguardo Triunfo Cristal Páez, en el municipio de Florida, Valle del Cauca, el vivero «Fxtu Wesx Nasa» se ha convertido en un símbolo de conservación y empoderamiento para la comunidad indígena Los Caleños. Este proyecto, impulsado por Gabriela Mestizo y un grupo de 24 mujeres, surgió como respuesta a la tala indiscriminada de árboles nativos, que ha amenazado la fauna y flora local.
Desde su inicio en 2007, bajo el liderazgo del entonces gobernador José Vicente García, el vivero ha recibido apoyo fundamental de Asofrayle y Ecoaguas. La colaboración de estas organizaciones ha permitido no solo el desarrollo del emprendimiento, sino también la sensibilización de la comunidad sobre la importancia de cuidar su entorno. Con un enfoque en la producción y siembra de árboles nativos, el grupo ha incrementado su proyección inicial de 500 a 3.000 árboles, con metas ambiciosas para el futuro.
Los beneficios económicos de este vivero han sido significativos. Las mujeres involucradas han utilizado sus ingresos para mejorar la educación de sus hijos y las condiciones de vida en sus hogares. «Hemos invertido en vivienda, alimentación y vestido», señala Mestizo, agradeciendo a quienes han contribuido a la expansión del proyecto.
Hoy en día, el vivero no solo ha promovido la reforestación, sino que también ha propiciado el regreso de diversas especies animales a la región. Gracias a los esfuerzos de conservación, el entorno natural ha experimentado una transformación positiva, fomentando una convivencia armónica entre la comunidad y su medio ambiente. Gabriela Mestizo invita a otros a unirse a esta causa, asegurando que «cada árbol sembrado es un paso hacia un futuro sostenible».
Olga Yara de Gallego: Vivero San Luis
Olga Yara de Gallego, oriunda de Pradera y residente del corregimiento de Potrerito, ha encontrado en el vivero San Luis una oportunidad para reconstruir su vida tras el desarraigo causado por el conflicto armado en su región. Antes dedicada a las labores del hogar, Olga y su esposo, Héctor Gallego, se vieron forzados a abandonar su finca en La Carbonera y adaptarse a un nuevo entorno. A pesar de los desafíos iniciales, su vida dio un giro inesperado al involucrarse en actividades promovidas por Asobolo y Ecoaguas.
El primer contacto con estas organizaciones se produjo gracias a la doctora Amalia Morales, quien la invitó a aprender sobre el cuidado de semillas y especies arbóreas. Aunque inicialmente apoyaba a su esposo en el vivero, la pasión por la jardinería la llevó a asumir la responsabilidad total. Con la capacitación recibida, Olga aprendió a manejar el proceso de siembra y cuidado de plántulas, convirtiendo su pequeño espacio en un vivero próspero.
Desde 1998, Olga ha sido parte fundamental de Asobolo y Ecoaguas, y a lo largo de 26 años, ha transformado su vivero en una fuente de terapia y sustento. Tras la pérdida de su esposo, el vivero se convirtió en su refugio emocional, brindándole la oportunidad de seguir adelante. «Me siento orgullosa de saber que tengo muchos ‘hijos’ de diferentes especies sembrados en la región», afirma con satisfacción.
Hoy en día, el vivero San Luis no solo representa un medio de subsistencia para Olga, sino también un espacio educativo donde recibe estudiantes y visitantes que quieren aprender sobre su experiencia. Agradecida por el apoyo recibido, Olga continúa contribuyendo al cuidado del medio ambiente, demostrando que a pesar de los obstáculos, es posible encontrar esperanza y propósito en el amor por la naturaleza.
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