Ayer y hoy al compás del tango
Por Darío Tobón Montoya
Tania
(Última parte de crónica de Enrique Santos Discépolo)
Causa sorpresa encontrar en el año de 1922, en Marruecos, norte de África a un trio musical llamado The Mexican´s, dirigido por un tal Antonio Fernández. Ha sido imposible verificar su verdadero origen. ¿Realmente mexicano? ¿O de la vecina España por tener un integrante de dicho país? Ni cuando estuvo largo tiempo en Suramérica no hubo interés en verificar su exacta nacionalidad.
A esa tierra africana llega una joven cantante española, Ana Luciano Divis, autodenominada Lucianita, que pronto cambia por el de Tania, nombre de una compañera de origen ruso. Se encuentran con Antonio y sus Mexican´s, ingresa al grupo, se enamoran y se casan. Se sigue llamando Tania Mexican´s.
Ana Luciana Divis (Tania) nace en Pamplona España en 1908. Inicia estudios musicales en Valencia e incursiona en el canto. Casada en el norte de África con Antonio, deciden, solos los dos, viajar a Buenos Aires en gira que rematan en Montevideo. De esa relación nace una niña, única hija, que tuvo Tania. Con el nombre artístico de Choly Mur realizó meritoria labor actoral en teatro y cine argentino, especialmente en películas de Discépolo, murió súbitamente muy joven del corazón a sus 27 años. El matrimonio con Antonio se termina en 1927, sin disolución legal. Y pronto inicia su relación afectiva con Discépolo, pletórica de luces y sombras. Nunca se casaron por no tener Tania divorcio. Estando en gira por Brasil, comenzó a cantar tangos. Fue la primera en dar a conocer en Argentina el tan conocido tango “Fumando Espero” de los barceloneses Viladomat y Garzo. Tania tiene notoriedad por estar en el grupo de mujeres introductoras del tango, a partir de 1929 en Argentina al lado de Azucena Maizani, Tita Merello, Rosita Quiroga, Mercedes Simone y Sofia Bozán.
La relación sentimental con Enrique Santos Discépolo parece un contrasentido. Ella era una síntesis del ingenio popular español, de continua alegría y muy festivo. Discepolín en cambio era desesperado, alucinado, amargado, melancólico, sarcástico, retraído, de sensibilidad a flor de piel. Su obra refleja esos sentimientos que no podía reprimir.
Tania, con Enrique Santos Discépolo
Poco conocida por los tangueros tradicionales colombianos, es la voz de Tania, que me parece sobresaliente. Desde la época en que realizó el mayor número de grabaciones con el director Alberto Castellano, mostró su afinación y decir casi perfecto, con un ligero acento español que le daba gracia a su voz. En la etapa de maduración permaneció su calidad vocal. Pero de todos modos fue eclipsada por su compañero sentimental. Compartían lecho, techo y manteles. Se les veía juntos y participaban en giras nacionales e internacionales. Pero en su vida íntima la situación era diferente. Fueron precursores del amor libre, que años después fue noticia mundial en el caso del filósofo Jean Paul de Sartre y su compañera la escritora y filósofa Simone de Beauvoir, quienes siendo estudiantes en 1929 se enamoraron. Fue una historia de amor y colaboración por medio siglo. Ya maduros decidieron tener una relación abierta, cada uno con sus amantes: Sartre, poco atractivo, de baja estatura, su nombre y carisma permitía que las jóvenes estudiantes fácilmente llegaran a su lecho. Simone, tampoco de mucha belleza, no tuvo mayores trabas en el hallazgo de nuevas compañías. Con meticulosidad de investigador, Sartre tenía en una libretica anotado el horario de sus citas. Vale la pena informar la importancia que tuvo a nivel mundial el movimiento existencialista de Sartre. Yo, joven profesional caí en sus redes. Recordemos parte de sus consecuencias: mayo del 68, la libertad sexual y el Hipismo. Sartre resumía su filosofía en la frase: “El hombre se hace a sí mismo”.
Volviendo a nuestra pareja Tania y Discepolín, cuando se escenificaba ese freelance en Francia, no sabíamos de otro interesante escenificado en Buenos Aires entre ellos. A pesar de la profundidad de su pensamiento tanguero, Enrique tenía un comportamiento casi pueril, influenciable, maleable. De figura poco atrayente, baja estatura, nariz desproporcionada, descomunal. A causa de todo el prestigio que lo rodeaba y de tener una riqueza verbal inigualable, lo hacían sujeto de mucho interés para las mujeres. En un viaje que hizo a México conoció en Cuernavaca a una joven actriz de 17 años, Raquel Díaz, en ese momento amante de Agustín Lara, que tenía tremenda historia previa de violación y de prostitución. Hubo el consabido flechazo, se convirtieron en amantes y tuvieron un hijo llamado Enrique Luis. En la última visita a Raquel en 1946, en compañía de Mariano Mores y de Tania, conoció a su hijo. Fue la última vez que lo vio. Recordemos que murió en diciembre de 1951. Enrique Cadícamo escribió que Discépolo sufría persecución de Tania. En referencia a la vida amorosa paralela de Tania, ella prefería los hombres altos, musculosos. Fue famosa su relación con un futbolista. En cuanto a la vida artística, Tania estrenó muchos de los tangos de Discépolo.
(En este vínculo puede oír el tango Yira Yira, interpretado por Tania en 1958)
Muerto Discépolo se inició un largo y tortuoso proceso de repartición de su herencia. Aparentemente la madre de su único hijo tenía más derechos. Pero la justicia argentina jugo de localista y favoreció a Tania. Y como después de la tempestad viene la calma, se entró en periodo de conciliación. Tania obtiene los honores que merecía como gran cantante. Realiza giras por Chile, Perú y Colombia. Y en 1955, inaugura el establecimiento tanguero Cambalache, en el que en las noches enaltece a su excompañero, pero al mismo tiempo con voz decantada y mejorada por los años se enaltece ella misma. Y los honores aparecen: en 1989 es declarada ciudadana ilustre de Buenos Aires. El rey Juan Carlos de España honra a esa toledana – con la calidad del acero de esa ciudad – con la orden Isabel la Católica. En 1998, un año antes de su muerte recibe el título de personalidad emérita de la cultura argentina. En homenaje a Aníbal Troilo, a dúo con Fito Páez, en una extraña simbiosis de dos culturas musicales argentinas, aparentemente antagónicas, cantaron Cambalache.
Complemento a la crónica de hace varias semanas, La vida sentimental de Carlos Gardel.
Cuando yo escribí ese artículo no conocía el libro “FELIPE PIGNA. GARDEL”. En él encontré dos referencias a relaciones amorosas de Gardel con dos jóvenes mujeres colombianas que me parece de interés sean conocidas por mis lectores. De la primera ya habíamos hablado al mencionar la joven rubia de menos de 17 años que lo acompañó la última noche que durmió Gardel en el hotel Granada de Bogotá, antes de partir a cumplir su cita con el destino. Esta referencia aparece en el libro Gardel de los Barsky. Pero en el libro sobre Gardel de Pigna se habla que lo acompañó una hermosa dama bogotana de 25 años, Victoria Reyes Elicechea, quien aparece retratada junto a Carlitos en fotos tomadas en el aeropuerto de Techo de Bogotá. Cuando Gardel llega a New York en 1933, para filmar sus últimas películas, se aloja en el hotel Waldorf Astoria. Allí viviría el primero de sus varios romances neoyorquinos con una joven colombiana de 21 años, estudiante de la universidad de Columbia que trabajaba en el célebre hotel y que, ya en la tercera edad, 50 años más tarde, se confesaría, manteniendo su pedido de anonimato, ante Arturo Yépez – Pottier:
“Fui su compañera sentimental por varios meses (…). Carlos era el hombre perfecto. Macho, sin ser machista. Tierno, romántico como le gusta a una mujer (…). Era un hombre sano, bueno y generoso. En la cama era una bestia, fogoso e incansable. Estaba muy bien dotado. Yo entiendo por qué no se quería casar, era demasiado hombre para una sola mujer”.
Armenia, agosto 6 de 2021