¿Qué debemos hacer para desacelerar la inflación en el Quindío?, esa es una de las preguntas que más me han hecho los quindianos en mis recorridos por los municipios. Me lo consultan los comerciantes, las amas de casa y muchos otros ciudadanos, pero no utilizan la palabra inflación, solo piden a gritos que en el departamento no continúe el aumento constante de los precios de los productos de la canasta familiar o, como sucedió hace unos días, de los peajes, un golpe para los conductores.
Entendida la inflación como el aumento generalizado y sostenido de los precios de los bienes y servicios más representativos del consumo de los hogares de un país (explicado por el Banco de la República), mal hiciera al entregar una respuesta simplista, señalando que el panorama puede dar un vuelco simplemente realizando cambios desde un departamento, pues es claro que es esta una problemática de país en la que juega un rol protagónico el Gobierno nacional.
En el caso del Quindío, el costo de vida estuvo por las nubes en el año 2022, y en el caso de su capital, Armenia, la inflación durante ese calendario fue de 14,8 %, superando incluso el promedio nacional, que fue de 13,12 %. Lo anterior, teniendo en cuenta que el sueldo mínimo subió 16 %, conduce a un aumento real en esta capital de solo 1,2 %.
¿Pero por qué sucede esto? La mayoría de los precios que se elevaron por la pandemia y por el paro nacional nunca descendieron, por el contrario, siguieron en su tendencia al alza, lo que terminó por perjudicar a las familias quindianas, en especial a las de escasos recursos económicos.
En el caso concreto de nuestro departamento se hace fundamental redoblar los esfuerzos en busca de que la producción agrícola crezca para que con un aumento de la oferta no solo se beneficien los productores, sino que también lo haga la ciudadanía en general, que con menos adquirirá más.
Eso solo se logrará con un apoyo decidido de los diferentes ministerios, que deberán mirar hacia el Quindío como padres amorosos, mientras el presidente realiza con intensidad procesos que conlleven a la reducción del déficit fiscal.
El problema es de enormes proporciones, más cuando es el propio Banco de la República el que señala que “en Colombia, el nivel de inflación que se considera óptimo es de 3% anual, siendo esta la inflación objetivo de largo plazo…, y que una tasa de inflación muy superior o inferior al 3% anual (más de 4% o menos del 2%, respectivamente), prenden las alarmas de las autoridades económicas, pues esta situación trae consigo una serie de consecuencias altamente perjudiciales para el bienestar de toda la población, en especial, para las familias de menores ingresos”. La diferencia es abismal.
Las soluciones están en las manos de la presidencia, pues es este un problema de Estado que requiere un revulsivo inmediato, dado que las actuales medidas han agudizado la crisis que, por el contrario, requiere una pronta solución. Hoy, desde este departamento de gente buena, solo le pedimos sabiduría para el presidente Gustavo Petro, pues de ella hoy depende prácticamente todo.
Opinión por: María Teresa Ramírez León