Por Roberto Restrepo Ramírez.
Con la muerte de doña Rosalina Cifuentes Galiano, el municipio ha perdido una de las más emblemáticas y queridas mujeres de su historia reciente. Son muchas las anécdotas que enriquecieron la vida de esta singular madre y abuela y hoy sus familiares y los ciudadanos de la Colina Iluminada del Quindío la recordamos como alguien que marcó un recorrido en sus páginas, las que se leerán con ejemplo de superación por las futuras generaciones. Una de esas facetas está relacionada con la petición que le hiciera a un presidente colombiano, en el sentido de abogar por el cambio de denominación para su oficio, el del clásico lustrabotas, y que ella pedía se le llamara dignamente, como «embellecedora de calzado».
Cuenta haber nacido en Medellín, “en el barrio Belencito, cerca del convento de la madre Laura, el 7 de septiembre de 1932″.
Su vida tuvo escollos, pero hizo lo posible por alivianar las cargas del destino, al enviudar de su esposo Antonio y tomar la decisión de asumir un oficio de «hombres “para sostener el hogar. Tal vez fue una de las dos mujeres que desempeñaron esa labor en el Quindío, junto con Magui, una menuda y sencilla trabajadora, que cumplía esa ocupación en la plaza Bolívar de Armenia.
Doña Rosita, como se le llamaba cariñosamente, también fue intérprete y compositora de canciones populares. De hecho – y eso lo mencionaba con frecuencia – cuando llegó a estas tierras, en la década de los años 50, con bríos y ganas de sobresalir, lo hizo incursionando en la interpretación de música de carrilera en La Voz Amiga de Pereira. Para entonces era una jovencita que le cantaba a la existencia con la voz del corazón. Hace tres años, en compañía de Álvaro Pareja y Martha Cecilia Valencia, del Centro de Documentación Musical de Armenia, la visitamos en su casita humilde de Filandia. Allí, a pesar de su enfermedad, nos cantó el fragmento de una de sus canciones. Su vocecita, ya gastada, quedó grabada en un pequeño trozo documental, que ya es historia en este Museo de Armenia, donde Álvaro y Martha conservan el compendio investigativo del patrimonio musical de la región.
Doña Rosa apareció en muchas reseñas de prensa y en la revista «Así somos», de Comfenalco Quindío, registro que nos recuerda también cómo ella fue vital en la grabación de la novela «Café con aroma de mujer”, pues sus protagonistas, Gaviota y Sebastián, la llamaban para «embellecer el calzado» con exclusividad, algo de lo que siempre se sintió orgullosa.
Unos jóvenes de Filandia la describieron en cartillas creativas, cuyas portadas presentan diseños que figuran su rostro, en artísticos rasgos de lápiz y color.
Cuánta falta hará en el ambiente pueblerino, aunque ella se ausentó de sus calles hace años, cuando debió abandonar su caja de lustrar zapatos «pues una caída que sufrió le dejó semiparalizado su brazo derecho”. Aunque siempre quise conservar su inolvidable y admirada caja, en el Museo Casa de los Abuelos, ella no pudo entregarla, ya que, después de guardarla en un establecimiento de la localidad, detrás de la puerta principal, se encontró con la triste noticia de su extravío. Cuando quiso recuperarla, luego de una temporada en la que estuvo convaleciente por las dolencias que empezaban a minar su cuerpo, la caja había desaparecido. La herramienta de su oficio era hermosa y laboriosamente tallada. En uno de sus extremos tenía un rostro humano, labrado en la madera lustrosa y fina. En compensación me entregó la humilde caja que había pertenecido a su difunto esposo, la cual conservo como testimonio de un legado familiar. Con ese oficio levantó a su núcleo familiar y pudo construir la vivienda donde pasó sus últimos años, en compañía de hijos y nietos, que le dispensaron sus cuidados.
La revista «El Faro», dirigida por los gestores culturales Héctor Uribe Saldarriaga y Danilo Gómez Marín, publicaron una sentida semblanza sobre ella, en su edición número 31 de agosto de 2016. Es para mí la prosa que retrata resiliencia, pero también su alegría en medio de las dificultades. Prosa dedicada a esta sublime mujer, la cual me permito transcribir porque también resume el recuerdo imperecedero de su memoria:
«…La vida de doña Rosa parece no haber sido fácil y en su rostro se dibujan más inviernos que primaveras, su mirada lejana y triste habla más de angustias que de alegrías. Recuerda aquel Filandia antañoso, empedrado y elemental, lleno de mulas, bueyes y arrieros.»Todos éramos amigos y compartíamos lo que teníamos, en las navidades había natilla, buñuelos, comida para todos, ahora es tan distinto».
En su cuerpo doblado y leñoso se nota un ser vencido por los años, pero con señales de nobleza y amor por esta tierra que la acogió con cariño. Y, como ella dice, la que siempre llevará en su corazón más allá de la muerte».