En Colombia, parece que el debate electoral está condenado a repetirse: izquierda contra derecha, en un ciclo eterno que agota al país, un espectáculo que nos mantiene atrapados en extremos, sin dar espacio a la reflexión sobre lo que realmente importa: las necesidades de todos los colombianos, no solo de unos pocos. Hace poco hablé con Camilo, un joven del Quindío, que me dijo con firmeza: “Yo no estoy en ninguna de esas dos orillas”. No lo culpo, lo entiendo. No se trata de ser centrista o de tomar una postura tibia, sino de buscar ideas que funcionen, vengan de donde vengan, sin la obligación de alinearse ciegamente con un bando.
Es momento de romper con esa tradición de etiquetas ideológicas vacías que no resuelven los problemas más urgentes del país. ¿Qué sentido tiene seguir perpetuando la división si la realidad nos exige soluciones prácticas? Colombia no puede seguir inclinándose hacia uno de los extremos, alimentando con ello una polarización que solo les sirve a las élites que manejan el poder a su conveniencia.
El panorama es desolador. Vemos cómo el gobierno de Gustavo Petro, que se presentaba como la promesa del cambio, cada vez se comporta de manera más autocrática, atacando las instituciones cuando no le son favorables, desilusionando a quienes depositaron su confianza en él. Y, como consecuencia, su gobierno fortalece a la derecha, que encuentra en los errores del presidente una plataforma para su resurgimiento. Pero que quede claro: ni el autoritarismo disfrazado de izquierda, ni el regreso a las ideas ultraconservadoras son la solución que Colombia necesita.
Nuestro país es diverso, complejo y está lleno de desigualdades que no pueden ser resueltas desde Bogotá o desde un enfoque centralizado. Colombia necesita un nuevo enfoque, uno que trascienda la vieja dicotomía entre izquierda y derecha. Un enfoque que entienda y respete las particularidades de las regiones, que deje atrás la visión de una Colombia unificada a través de la centralización, y que, en cambio, abrace el concepto de un “país total”, donde ninguna región quede en el olvido.
El “país total” no es una simple idea romántica. Es un proyecto que promueve la autonomía fiscal de las regiones (referendo por las regiones), una propuesta que está siendo impulsada por líderes como Juan Guillermo Zuluaga, desde el llano colombiano. La idea es simple pero poderosa: que los departamentos y el Distrito Capital sean los responsables de administrar los tributos de renta y patrimonio que actualmente van a la Nación. Esto permitiría que los recursos se distribuyan de manera más equitativa, garantizando que las regiones reciban al menos el doble de lo que hoy reciben a través del Sistema General de Participaciones.
Es hora de pensar en un país que funcione para todos. Un Colombia del “país total”, donde el mercado funcione en armonía con un sistema de bienestar que garantice igualdad de oportunidades, donde el Estado intervenga para corregir desigualdades sin caer en el control absoluto. Un país donde las regiones tengan voz y poder, no solo para reclamar justicia, sino para participar activamente en la construcción de su propio futuro.
Es este el camino que Colombia debe tomar. Cualquier otra cosa —ya sea el regreso a la derecha más conservadora o la continuidad de un proyecto autocrático— no será más que un retroceso. El “país total” es el futuro que merece Colombia, un país en el que cada región cuenta, y donde la diversidad y la autonomía son nuestras fortalezas. Juan Guillermo ha tomado el liderazgo correcto, y el Quindío será protagonista en la nueva historia de Colombia.
Aquí Finito…
Columnistal medio Quindío Noticias: Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad total y absoluta del columnista firmante al pie de página. Su contenido no compromete la línea editorial e informativa de Quindío Noticias.