Así lo dio a conocer la Alcaldía de Bogotá por medio de una conmovedora historia.
En ‘Bogotá, mi Ciudad, mi Casa’ también hay segundas oportunidades para las personas privadas de la libertad. Te contamos la historia de Kenia*, una joven tumaqueña que llegó a un centro de acogida femenino en Bogotá, que hace parte del Sistema de Responsabilidad Penal Adolescente.
Algo que nunca pensó al empezar ese capítulo de su vida fue que en menos de tres años lograría aprender a leer, escribir, y con la educación, crear los cimientos para su proyecto de vida para ser chef. «Quiero seguir superándome y enseñarles a otros que uno puede lograr todo lo que tenga en la mente», afirmó.
El pasado 9 de agosto se convirtió en el día más feliz de la vida de Kenia al convertirse en bachiller. Este momento fue preparado y esperado, ningún detalle se escapó y a ritmo de rap sus compañeras y compañeros ayudaron para que ese día fuera recordado por ella como el resultado de su esfuerzo y su capacidad de transformación.
Caminando sobre una alfombra roja cubierta de pétalos amarillos y vistiendo su toga y birrete, ingresó al recinto donde se realizaría su ceremonia de grado, a medida que avanzaba su rostro resplandecía de felicidad y reflejaba una satisfacción que llenó todo el lugar cuando los asistentes la aplaudieron y rodearon de cariño, momento en el que brilló con toda la esperanza que llevaba puesta.
Tomó la silla central que se encontraba decorada para ella como símbolo de lo especial que es para cada persona que se hizo presente, y luego de mensajes y palabras que llenaron su alma y su corazón, recibió el tan anhelado diploma que la hizo bachiller del colegio distrital Guillermo Cano Isaza.
Kenia tiene 19 años, y a pesar de haber cursado hasta cuarto de primaria, no sabía leer ni escribir al llegar a este lugar de acogida. En el hogar femenino del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), en el que se encuentra privada de la libertad, decidió dar un gran paso, ingresar a la estrategia flexible ‘Hilando aprendizajes’ de la Secretaría de Educación (SED).
Esta joven nació en Tumaco, Nariño, es la primera de cinco hermanos, y lo que más le gusta es dormir, comer y jugar futbol. Cuenta que lo que más extraña es la familia, la comida de su casa y levantarse tarde. «Al llegar al hogar no tenía ninguna motivación, ningún sueño, absolutamente nada. La que me dio el impulso fue mi abuela, ella no sabe leer ni escribir y siempre quiso que yo lo hiciera. Me puse a reflexionar y decidí dar ejemplo a mis hermanos que tampoco querían estudiar, y lo primero era exigirme a mí misma. En el transcurso del tiempo esa reflexión me llevó a tomar la decisión de estudiar», recordó Kenia.
Los profes fueron su bastión y su voz de aliento para no desfallecer, fueron un apoyo fundamental para su proceso. Cuenta que las primeras veces al llegar al aula, sentía pena al decir que no sabía ni leer ni escribir, luego la pena desapareció y afloraron unas ganas desbordantes de ver su privación como una oportunidad para cumplir muchos deseos truncados en su pasado.
“Hubo momentos de frustración y de angustia, de ya no querer más, pero siento que el trabajo y el acompañamiento que hicimos como profes, permitió que ella ahora esté graduándose como toda una bachiller y siga consolidando su proyecto de vida”, comentó Mónica Ortiz, docente de matemáticas.
Justamente,el objetivo de esta estrategia es brindarles a jóvenes como Kenia una oportunidad que les permita iniciar o continuar sus estudios de educación básica primaria, básica secundaria o media, teniendo en cuenta sus propias características y necesidades en el lugar donde cumplen la sanción.
Su proceso la llevó a tener gusto por las matemáticas, las ciencias y el tejido. «Ahora sé que el estudio abre muchas puertas, aprendí a soltar y perder el miedo», añadió la joven.
Vanessa García, docente de pensamiento creativo, sobre la experiencia de Kenia dice que fue muy valiosa, conectó con el tejido y la danza. «Pudo liberar su mente y su cuerpo de muchas cargas».
Además, vio que encontró en el arte una esencia transformadora, sanadora, liberadora y restaurativa, se permitió dar libertad a su imaginación. Explica que el encierro hace perder el aliento, «pero la parte creativa anima a recuperarlo y cuando nos permitimos soñar mundos posibles y mundos distintos, los sueños se hacen realidad».