Por Libaniel Marulanda
Fundado en Bogotá en 1979, puede considerarse el grupo colombiano dedicado al tango de mayor sobrevivencia. En 1993 su director regresó al Quindío y desde entonces Los Muchachos de antes permanecen fieles a su rumbo y en función de cualificar su estilo, teniendo al Tango como cultura. He aquí la fundada razón de que sus presentaciones sean una travesía bohemia por la poética y todos los tiempos de este género de géneros, declarado patrimonio universal desde 2009 por la Unesco.
El pianista Carlos Edward Ríos
Por estos días de 2022, cuando la pandemia comenzará a ser un mal recuerdo, el grupo se ha revitalizado con el maravilloso aporte pianístico del maestro Carlos Edward Ríos, un pereirano que ya es reconocido como nuestro piano mayor del tango. De igual modo, la vinculación de la cantante quindiana Patricia Quiceno, sin duda la voz que merece el tango en concierto, constituye uno de los anhelados logros de Los Muchachos de Antes, en donde han militado desde año atrás cantores y músicos como Carlos Rincón, radialista y presentador, además de cultor aventajado de la escuela de El Polaco Goyeneche, y el intérprete vocal Hernán Jairez, otro artista de Armenia, dueño de una excepcional versatilidad como maestro ejecutor del bajo y cantor. Y en la dirección, desde su nacimiento como agrupación tanguera, el acordeonista, compositor y veterano trabajador del arte, este suscrito servidor.
Hernán Jairez – Libaniel Marulanda y Carlos Rincón
Además de los artistas mencionados atrás, en su destino de noche, poesía y tango, por la agrupación han pasado una veintena de cantantes y músicos, ocho de los cuales ya desaparecieron. Como paradoja, el más viejo fue el último en morir, a los noventa años: el director de teatro popular y poeta, nativo de Armenia, Héctor Buitrago Morales, el primero de sus cantores, en 1977, cuando en sus inicios en Bogotá, el grupo se llamaba Los del Tango.
El espectáculo ofrecido a los tangófilos, y al público en general, reclama para sí la característica de su calidad desde la mirada literaria en perfecta conjunción con la música y obedeciendo a un estricto orden cronológico. De ahí que el punto de partida sea el más viejo tango de los tangos viejos: El Choclo, compuesto en 1903 por Ángel Villoldo. Ya desde esa lejana época era frecuente la discusión en cuanto a la legitimidad de las composiciones y las historias sobre el origen de los temas que recreaban sus letras.
Patricia Quiceno
Poco a poco, por causa de un proceso de pauperización cultural de lo que teníamos como Arte popular, que también se trasladó de modo patético hasta el ejercicio de la política y la apreciación musical aupada por el culto al rating y el comercio, el Tango terminó por adquirir el estatus no deseado de música de élite. Y esto no debiera extrañarnos cuando, al fin y al cabo, el término más venéreo y repugnante es el de mayor uso y difusión en el lenguaje coloquial de la cultura paisa, justo la que coadyuvó a la prestancia y presencia del tango mismo.
El ejercicio de darle un cauce cronológico coherente a la historia del género del dos por cuatro ha sido un gratificante reto para la agrupación, puesto que implica escarbar un poco más allá de lo que traen los vinilos, las voces y los instrumentos. Y, en definitiva, el aprendizaje, la interpretación y la puesta en escena de cada tema le otorga mayores y renovados valores tanto a sus autores y compositores como a los artistas que con sus voces y en cada frase melódica revalidan la eternidad de esa música que nos trasnocha y nos ha seducido desde siempre. Eso que llamamos Tango.
Calarcá, julio 10 de 2022
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