Iniciamos la reproducción, semanalmente, de los relatos del libro La radio en el Quindío, producto de los talleres desarrollados por “Café&letras Renata” dentro del programa de Recuperación de Memoria Histórica, realizados de manera presencial-virtual durante la pandemia en los cuales se hizo “evocación” de nuestro primer contacto con aquella “caja mágica” que hablaba y que posteriormente nos enteramos que se trataba de un adelanto tecnológico llamado Radio.
De manera que le invitamos a conocer estas historias verídicas que en algunos casos aparentan ser ficción.
Hacia una hermenéutica de la escucha:
—¿Hola? ¿Hay alguien ahí? —preguntan los curiosos e inocentes niños mientras sacuden la misteriosa caja radial.
—¡Vamos! ¿Por qué se esconden? Sabemos que están allí, día y noche —Insisten las niñas.
—¿Cómo le hacen? ¿Serán de carne y hueso como nosotros, o serán espíritus que solamente entretienen a nuestros padres y hermanos —comienzan a filosofar…
Contrario a la angustiosa creencia de que la ciencia y la técnica acabarían con la magia, el encanto y, sobre todo, la superstición de tiempos antiguos, la radio constituye un claro ejemplo de que la tecnología alimenta nuevos imaginarios y estimula la aparición de otras mitologías.
La emisión de voces humanas a través de un aparato, que a primera vista resulta desconocido, nos hace pensar que dentro de él habitan “seres diminutos” que inexplicablemente son los responsables de informar sobre los sucesos más importantes del día, así como de explotar nuestra imaginación para ver con los oídos las aventuras de reconocidos personajes de ficción.
Era preciso que el niño y la niña de entonces, ahora personas adultas que hoy recuerdan sus experiencias con esta caja sonora, se arriesgaran a resolver el enigma de aquellas voces de seres invisibles. Un riesgo, definitivamente, porque en la mayoría de los casos, una vez abierta y desmontada la radio, esta no funcionaba más, dando razones a padres y madres para castigar semejante atentado tecnológico… y económico.
En el caso de los adultos, estos se convertían en niños toda vez que las imponentes, seductoras y a veces exageradas voces de locutores, narradores y pregoneros motivaban el juego con la imaginación para representar escenas de la realidad y también de la ficción.
La historia de la radio en Colombia no sólo trata de ese gran relato acerca de los procesos sociales, económicos y culturales que tuvieron lugar en distintas zonas del país, y que derivaron en la instalación y consolidación de uno de los medios masivos de comunicación modernos más importantes para nuestra sociedad. La historia de la radio se compone, se teje y se confecciona a partir de las experiencias conservadas en la memoria de cada hombre y de cada mujer, de cada comunidad que ha tenido el placer de disfrutar de las ondas sonoras convertidas ahora en miles de recuerdos. La otra cara de la moneda de la historia de la radio colombiana pervive tanto en la cultura material (pensemos en el diseño de radios, radiolas y victrolas, junto con sus marcas más representativas: Sanyo, Philips, RCA Victor, etc.), como en el patrimonio inmaterial de la nostalgia experimentada por los antiguos oyentes cuando vuelven a escuchar las cuñas, las voces y los jingles que los transportan hacia otras cartografías del tiempo.
Y a propósito de cartografías, tenemos el gusto de presentar una serie de historias mínimas, de pequeños relatos, cuya grandeza y profundad radica en el estilo, la atención y el cuidado con que los autores y las autoras de los escritos que siguen a continuación dedicaron para que el público lector logre conectarse con aquellas vivencias surgidas alrededor de la radio. Cartografías, es decir, los mapas de la memoria, los puntos de referencia que, articulados uno con otro en la presente publicación, dibujan el panorama histórico de la vida social de un objeto amado, que, aún con el paso de los años, se resiste a desaparecer, adoptando otras formas y adaptándose a otras tecnologías. Jóvenes y adultos tienen en sus manos los testimonios de quienes gozaron con este mágico dispositivo en sus primeras décadas de desarrollo, donde jugó un papel sumamente importante, no solo para la sociedad colombiana en general, sino especialmente para las familias que cultivaron su capacidad imaginativa y de escucha gracias a los contenidos sonoros que emanaban de él.
Sea esta, entonces, una grandiosa oportunidad para conocer los distintos modos en que la radio se ha fijado en la memoria de un selecto grupo de habitantes del hermoso Departamento del Quindío, al mismo tiempo que la historia de este territorio puede leerse a través de las páginas que ellos y ellas han dedicado a nuestro aparato protagonista. La historia de la radio en el Quindío y la historia del Departamento vista desde la radio constituyen, justamente, las dos caras de la moneda.
A modo de provocación, vale la pena destacar el influjo que programas educativos, como Radio Sutatenza, ejercieron sobre la formación académica de la población campesina del país; el lugar físico y simbólico que ocupaba la radio en las cocinas y las salas de los hogares colombianos; el predominio de las voces masculinas en la producción de los contenidos radiales; la emoción y conmoción tras las narraciones de la Vuelta a Colombia y los Mundiales de fútbol; las tensiones alrededor de la separación del Quindío del Departamento de Caldas; y las características técnicas y materiales de las radios que eran desarmadas por manos curiosas, etc.
Así pues, en el marco del proyecto “Tertulias Literarias Café&Letras Renata: La Radio en el Quindío”, apoyado por la Corporación de Cultura y Turismo de Armenia, se llevaron a cabo diferentes conferencias a cargo de reconocidas personalidades que han dedicado buen parte de su vida y obra a este fascinante medio de comunicación; ello, con el fin de compartir sus experiencias y conocimientos desde cada una de sus labores, disciplinas y perspectivas profesionales. Es así como tuvimos el honor de conversar e interactuar con figuras como el cronista Alberto Salcedo Ramos, la abogada y periodista Judith Sarmiento Granada, el historiador y periodista Miguel Ángel Rojas, el filósofo y docente Julio César Gallego, los periodistas y locutores Carlos Enrique Rincón y James Padilla Motoa, el filósofo y coordinador de la UFM Estéreo Alejandro Herrera Uribe, y el columnista y locutor Hugo Cardona Fernández, entre otros notables.
Quien escribe, tuvo la oportunidad de indagar sobre la opinión que a estos destacados personajes del Quindío les merecía el papel que ha tenido la radio en la formación de una cultura de la escucha, en un país signado por las violencias consuetudinarias y la tendencia a anular las voces de los demás por el simple hecho de pensar distinto. Al poner en perspectiva cada una de sus respuestas, me queda la sensación de que es necesario seguir luchando por forjar esta cultura que la radio nos ayudó a vislumbrar en su momento, y que ahora, tal vez más que nunca, representa un compromiso ético y estético de cara a una verdadera construcción colectiva de la Nación y la Sociedad Civil colombianas.
A este proyecto lo denominaría una hermenéutica de la escucha. Hermes, personaje mitológico de la Antigua Grecia, es conocido por ser el dios olímpico mensajero, es decir, el mediador de las verdades entre los dioses y los seres humanos, quien revela los secretos de las divinidades en provecho de viajeros, mercaderes e incluso ladrones y mentirosos. La hermenéutica de la escucha representa, por tanto, un llamado a resolver las preguntas y los enigmas que están detrás de esta dificultad para escuchar a los demás, de esa falta de educación de nuestro oído social que tanto demanda un país cansado de oír los gritos del horror y la injusticia. Hay que aprender a escuchar al otro y hay que desaprender la autoridad de la voz propia.
Juan Felipe Montealegre
Filósofo y Sociólogo
Universidad Nacional de Colombia.