Miguel Ángel Rojas Arias
Hace unos 55 años se decía en el Quindío que la guadua era una especie que no se reproducía, porque no florecía, y por tanto estaba condenada a morir. Todos creían que los guaduales iban a desaparecer. Luego se socializó el comentario que la guadua sí se reproducía, pero su florescencia se lo permitía sólo cada 43 años, lo que también la condenaba a desaparecer por su uso indiscriminado e irracional.
La flor, un misterio
Pero el mito no es nuevo. Al preguntárseles, en los años sesenta y setenta, a muchos campesinos del Quindío por la flor de la guadua, ninguno daba razón. Incluso, en el 2009, el cortero de guadua Edison Betancur (45 años), con 25 años de experiencia en esa labor, decía sin misterios cuando se le pregunta sobre el particular: Hombre, yo nunca le he visto una flor a la guadua. “Mutis durante 20 años de estar realizando trabajos botánicos en los bosques de bambusa guadua (en Colombia) ni una vez vio en ellos una flor”. (Freeman, 1896).
El arquitecto Óscar Hidalgo López, en su primer libro, titulado: Bambú, su cultivo y aplicaciones, repite parte de estas ficciones. “Hasta el presente no se ha determinado el ciclo de vida de las especies nativas de América. Con relación a la bambusa guadua, nativa de Colombia y Ecuador, no existe hasta hoy informes de que se haya presentado un florecimiento gregario, por lo cual se considera que su ciclo de vida puede ser muy largo”. (Hidalgo, 1974)
En ese entonces, Hidalgo creía que sólo se presentaban florecimientos esporádicos de un solo tallo, el cual moría después de hacerlo. Esto lo llevó a concluir que, si hubiese un florecimiento masivo, gregario, de todos los tallos, la planta podía desaparecer, o demorarse un periodo muy largo, 10 años, en volver a regenerarse.
“Es muy posible que estos florecimientos esporádicos, causados por diferentes factores, se presenten en pequeña escala, con alguna frecuencia en las distintas regiones del país, sin embargo, ellos pasan inadvertidos porque el campesino o las personas que están en constante contacto con el guadual, si tienen oportunidad de ver las flores, que a veces se confunden con las hojas y las ramas en los follajes muy altos, no se imaginan que sean flores o no le dan mayor importancia porque ignoran las consecuencias del florecimiento del bambú”.
Las consecuencias de una florescencia gregaria, para Hidalgo, era la muerte del tallo, incluso de todo el guadual. Evidentemente, él lo había visto en poblaciones de bambú en Asia, pero este principio no aplicaba necesariamente para América, y menos para la especie guadua en Colombia.
Por su creencia, Hidalgo hacía la siguiente advertencia: “Sólo cuando tengamos conciencia de que el florecimiento gregario de la guadua puede traer como consecuencia la destrucción completa de un guadual o de todos los guaduales de una región (…) entonces sí estaremos pendientes del florecimiento de nuestro bambú”. Y además, aseguraba: “El florecimiento simultáneo y la muerte de todos los tallos y rizomas jóvenes y viejos de un bosque formado por una especie de bambú, es indicativo de que el bosque es una sola mata”.
Investigación en el Quindío
Estas aseveraciones del profesor Hidalgo fueron desmitificadas por observaciones y estudios hechos por el ingeniero forestal Aureliano Sabogal de la Corporación Autónoma Regional del Quindío, y por la ingeniera agrónoma Ximena Londoño, de la Universidad Nacional, sede Palmira, ambos oriundos del Quindío, donde hicieron gran parte de sus comprobaciones.
Sabogal sostiene que la guadua Angustifolia Kunth que crece en el Quindío tiene, efectivamente, como lo dice Hidalgo, una florescencia esporádica y no gregaria, es decir no todos los tallos florecen al mismo tiempo, por diversas condiciones, pero, también comprobó que la guadua tiene en el Quindío dos momentos de florescencia en el año, cuando es adulta, y no muere después de ellas.
“Algunas plantas de guadua florecen en forma exuberante, mientras que otras tienen pocas flores; el fenómeno de la abundancia se relaciona con la edad, a mayor edad se presenta mayor cantidad de flores. La aparición de las flores es el signo precursor de la siguiente etapa de la vida de la planta” (Giraldo y Sabogal, 2007).
Y más adelante afirma Sabogal, quien desempeñó su labor investigativa de ingeniero forestal en la Corporación Autónoma Regional del Quindío: “Los bambúes presentan dos tipos de florecimiento: esporádico y gregario. El primero se presenta en tallos aislados de un mismo rodal, hecho que sucede con la especie guadua Angustifolia Kunth y que ha sido corroborado por observaciones continuas en el departamento del Quindío, Colombia”. Giraldo y Sabogal, 2007)
Sabogal observó por 25 años los guaduales para hacer la siguiente afirmación: “Esta floración se presenta en los meses de marzo-abril y en octubre-noviembre, coincidiendo con la época de lluvia en el Quindío. El follaje de la planta de guadua al inicio de su floración cambia su color verde intenso por amarillo pálido o pajizo, pierde parte de sus hojas y después de caer o secarse la inflorescencia, lo cual dura entre 20 y 30 días, se inicia la formación de nuevas hojas” (Giraldo y Sabogal, 2007)
Por su parte, la ingeniera agrónoma Ximena Londoño sostiene: “El fenómeno de la floración en los bambúes ha cautivado la imaginación de todas aquellas personas interesadas en esta planta y en la ecología evolutiva de las poblaciones vegetales. Aún está sin descifrar cómo funciona el mecanismo del tiempo a nivel molecular que controla la floración de los bambúes”.
Londoño comparte el criterio de que las floraciones gregarias producen, generalmente la muerte del guadual. “Las floraciones pueden ser gregarias, esporádicas y continuas. Las gregarias son aquellas que ocurren a intervalos regulares y, en general, una vez en el tiempo de vida de la planta. Este tipo de floración por lo general está seguido de la muerte masiva de los individuos, poblaciones o especies, y presenta ciclos de floración que pueden variar, de especie en especie, entre 2 y 100 años. La gran mayoría de los bambúes leñosos que presenta este tipo de floración muere después de florecer”.
Las floraciones esporádicas son aquellas que ocurren en intervalos irregulares, con o sin la muerte de la planta. La guadua Angustifolia presenta este tipo de floración con la particularidad de que no muere después de florecer y florece cada año generalmente asociada a fuertes veranos. En plantaciones con floraciones gregarias hay que estar renovando el cultivo después de cada floración, mientras que en las plantaciones de guadua Angustifolia la sostenibilidad en el tiempo es perenne”. (Londoño, 2003)
Propagación enigmática
Otro mito que crecía entre los campesinos y los técnicos agropecuarios en el Quindío fue que la propagación de la guadua era una tarea difícil y enigmática. Los campesinos, de hecho, tenían mucha dificultad para obtener plántulas que pudieran ser madres de un nuevo guadual. En tanto crecía la necesidad de recuperar y ampliar las zonas sembradas en este material.
Investigaciones hechas por el ingeniero forestal Aureliano Sabogal de la Corporación Autónoma Regional del Quindío, encontraron el método más expedito y asequible para lograr la reproducción masiva de la especie. Primero se ensayó la reproducción sexual, a través de la semilla, pero resultó paquidérmica, poco productiva y menos rentable. Entonces se ensayaron varias alternativas de reproducción asexual o vegetativa, utilizando partes de la planta. El método tampoco era muy viable. Ninguno de los anteriores era adecuado para la propagación a gran escala.
Las observaciones en los guaduales intervenidos llevaron a encontrar una pequeña plántula que emergía del suelo, que brotaba al lado de los tocones de las guaduas apeadas. Plántulas pequeñas, de poco vigor aparente y en ocasiones cloróticas. De estas plantas de apariencia débil nace la era del chusquín, nombre dado por el doctor Sabogal a la planta que era, de hecho, la manifestación real de la perpetuidad de la especie, por regeneración natural.
El investigador Sabogal recogió la plántula y la llevó a un vivero de experimentación y comprobó que a los 15 o 20 días se manifestaron ciertas pequeñas rupturas en el suelo, que no eran más que nuevos brotes que empezaban a emerger. “Al mes de sembrado en el vivero, el chusquín original había generado nuevos brotes con crecimiento radial, debido a la activación de yemas. El proceso es continuo y repetitivo hasta que se acumule gran cantidad de brotes con suficiente desarrollo foliar, capaces de seguir la producción de nuevos hijos y de cumplir funciones fisiológicas”. (Giraldo y Sabogal, 2007).
Sabogal logró, en el vivero, descubrir que, de cada chusquín, con condiciones de riego y manejo adecuado, a los tres meses ha generado en promedio 9 nuevos brotes o chusquines con la capacidad de ser iniciadores de nuevos procesos de producción de brotes o hijos. Y de cada uno de ellos, no sólo puede crecer, ya en el campo, una planta de guadua, sino un guadual entero. Así, se desmitificó el miedo a la desaparición del guadual por su aparente incapacidad de reproducirse.