Por: Roberto Restrepo Ramírez
Placentero es sentarse frente a las tablas para apreciar una obra de teatro. Y lo es mucho más cuando el público de la sala está compuesto por todos los rangos de edad de la población. Razón tiene el colectivo Teatro Azul de Armenia cuando invita a apreciar esta función histriónica a niños de 3 hasta 99 años. Su presentación, de principio a fin, es hermosa. Su coreografía es fabulosa, su música y parafernalia llegan hasta la sensibilidad del oído, la vista y el corazón.
Los gestos emocionantes de sus cuatro niñas protagonistas, llamadas Había, Una, Vez y Magia, son el resultado de un libreto consciente, para ser interpretados por un auditorio ávido de sensaciones. Las expresiones alegres de los párvulos que siguen la obra desde sus sillas – y las de sus padres o adultos acompañantes – son la respuesta al niño que todos llevamos dentro. Eso se traduce con la exclamación de las frases de fantasía. Así entendemos, entonces, porqué esa palabra mántrica – Fantasía – nos lleva al entendimiento de la realidad que nos rodea. Y si la vinculamos al lugar donde vivimos, esa Ciudad Fantasía no es la de los sueños. Es la de los propósitos que todos los seres humanos debemos contemplar para hacer del planeta Tierra el lugar de nuestra conviviente realidad. La que no se contamina, la que debe arborizarse constantemente y se debe llenar del sentido ecologista que no tiene el gran globo terráqueo que nos ha tocado habitar.
«Ciudad Fantasía» es un inmenso escenario de colores, es el remanso de una hora dentro de nuestro ajetreo diario del estrés, es la obra que nos convoca a la reflexión sobre la necesidad de bien vivir, o sea convivir. Es, sin lugar a dudas, una obra de teatro para revolucionar nuestro interior, como la conciencia que trata de rebrotar, tal cual lo intenta una plántula en el desierto. O como se escenifica en la obra, a través del solitario árbol en el basurero, que lucha por sobrevivir. Todas ellas son energías retomando su fuerza vital.
Asistir a la función de «Ciudad Fantasía», del colectivo Teatro Azul de Armenia, es una merecida pausa dentro de la cotidianidad. Es el despertar de la emoción, cuando se nos invita a participar de su acción dramática. Confieso que el «conjuro» – al que se nos llama a invocar en una parte de la obra – no es sólo la respuesta participativa del público, en medio de su alegría. Es la Magia del despertar – aunque sea un momento – de nuestras emociones reprimidas en el cuerpo de adulto, pero con ropaje de niño.
Si Usted – que lee plácidamente este escrito – desea gozar, reír y solazarse de tonos y colores, vaya a ver «Ciudad Fantasía». Le aseguro que, después de la presentación, se convertirá en mejor conviviente de su barriada o su ciudad. Podemos decir que las cuatro niñas de la obra se insertarán en nuestro ser, para inspirar, para cuidar y para proteger la Ciudad donde vivimos.
La cita es el sábado 5 de febrero, en su Teatro Azul.