Una calle divide a los edificios lujosos donde viven personas adineradas, de las casas con techo de zinc donde habitan personas humildes.
La desigualdad en el barrio Bellavista de Santa Marta es notoria. Una calle divide a una zona estrato seis donde se levantan edificios de lujo con vista al mar, de unas viviendas con techo de zinc y paredes de colores.
Y es que no solo las edificaciones denotan las diferencias económicas que tiene este sector de la ciudad a unos cuantos metros de distancia, sino también la falta de servicios públicos básicos y pavimentación que padecen los de estrato dos.
Mientras en una cara de la moneda los residentes tiene sus calles pavimentadas, muros de seguridad, servicios básicos satisfechos y una vida de comodidades; la otra padece por las calles destapadas, falta de agua y oportunidades.
“Somos como el agua y el aceite”, describió María Rodríguez, una vendedora de fritos, a El Tiempo.
Las diferencias culturales entre los dos extremos se ha hecho sentir, pues los residentes de los edificios lujosos, entre los que se encuentran, funcionarios públicos, exgobernantes, personalidades, entre otros; han hecho uso de la policía para mantener el “orden”.
Lo anterior, se ha dado cuando los residentes del barrio Bellavista celebran cumpleaños, grados y bautizos al son de la música y el baile, situación que incomoda a los vecinos y se apoyan en la fuerza pública.
“La convivencia con ricos es terrible. Ellos lastimosamente utilizan su poder y estatus no para ayudar al necesitado, sino para abusarlo e imponerle sus reglas”, expresa Danna Rojas.
La petición de los residentes del lado menos favorecido es una sola: que se igualen las condiciones en cuanto a servicios públicos u pavimentación se refiere.