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El renacer de Tatadrúa: una escuela entre montañas y esperanza

Publicado por
Arturo García

Después de casi dos décadas viviendo en la incertidumbre de un asentamiento sin tierras propias, el resguardo indígena Tatadrúa, de la comunidad Embera-Chamí, ha encontrado un nuevo hogar en las montañas del municipio de Pijao, Quindío. En este lugar, rodeado por la majestuosidad de la cordillera de los Andes, las 24 familias que componen el resguardo han comenzado a forjar un futuro prometedor. Con 25 cuadras de tierra bajo su propiedad colectiva, ahora tienen la posibilidad de cultivar sus propios alimentos y construir una vida sólida, algo que por mucho tiempo parecía inalcanzable.

Uno de los logros más significativos de este nuevo comienzo es la creación de una escuela dentro del resguardo, una iniciativa que simboliza más que educación: es la conservación de una cultura, un legado que ha sobrevivido siglos. Jorge Eliécer Ramírez, etnoeducador y miembro de la comunidad, es el encargado de guiar a los más jóvenes en su formación. Con apenas 20 estudiantes, este salón de clases, al aire libre y en contacto con la naturaleza, se convierte en un espacio donde la tradición y el conocimiento moderno convergen.

Las lecciones van más allá de las matemáticas o las ciencias naturales. Los niños también aprenden sobre su lengua materna y las costumbres ancestrales, en un esfuerzo por preservar su identidad cultural. Ramírez destaca la importancia de que las nuevas generaciones mantengan viva su conexión con la naturaleza y la historia, para que no se pierda, como ha sucedido en otras comunidades.

Sin embargo, no todo ha sido fácil en este proceso de reubicación. La comunidad aún enfrenta retos significativos, como la falta de acceso a agua potable y energía. A pesar de estas dificultades, la esperanza se mantiene viva en los ojos de los pequeños que, día tras día, se reúnen para aprender en su escuela, mientras sus familias trabajan la tierra que tanto anhelaron.

El respaldo de la Institución Educativa Luis Granada Mejía, bajo la dirección de Carlos Julio Ciro Espinosa, ha sido fundamental para que esta iniciativa prospere. La escuela del resguardo es un puente que les permitirá a estos estudiantes continuar sus estudios en la sede principal de la institución, asegurando que puedan avanzar hasta el grado quinto de primaria y más allá.

Ahora, con tierra propia y una escuela en funcionamiento, las 24 familias pueden mirar al futuro con optimismo, conscientes de que sus raíces, sembradas en esta nueva tierra, seguirán creciendo por generaciones.

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Arturo García

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