En las dos últimas décadas del siglo XX, Medellín fue una de las ciudades más violentas del mundo. 30 años después, este es un territorio que abandera los procesos de reconciliación.
Para materializar las iniciativas alrededor del restablecimiento de la armonía entre los actores, la capital antioqueña ha sido uno de los primeros territorios en el país en crear dependencias como la Secretaría de la No-Violencia.
El compromiso de estas estrategias se ha centrado, entre otros asuntos, en garantizar las condiciones para la implementación del acuerdo de paz, brindar oportunidades a quienes han estado involucrados en los conflictos y rememorar y honrar la dignidad de las víctimas.
El Museo Casa de la Memoria de Medellín es potenciado para reconocer los procesos de transformación que han atravesado los territorios con las experiencias de los que han salido más vulnerables en medio del conflicto, en especial, del urbano.
Durante la coyuntura colombiana, Medellín ha acompañado las jornadas de protesta para garantizar la protección de ese derecho ciudadano, pero su participación está enfocada en buscar mecanismos para generar acuerdos, desarmar los corazones durante los estallidos sociales y promover a como dé lugar la reconciliación en estos procesos.
Estas iniciativas giran alrededor de encuentros para dialogar y pactar los esfuerzos de unidad. Los Consejos Territoriales de Paz, Reconciliación y Convivencia que tienen lugar en la ciudad, han velado por la seguridad y la armonía durante las representaciones ciudadanas que quieren expresar su malestar.
Y el territorio que recorre el delegado de la Unesco en la comuna 13, un sector agobiando en el pasado por el conflicto urbano, el dolor y la desaparición forzada, se ha convertido en una galería de la memoria, la reconciliación, la transformación y la resiliencia, al punto que el graffitour, antes de pandemia reunía entre 15 a 20 mil personas a la semana, la mayoría extranjera.