“La pintura me ha salvado de la depresión”: El Rolo. FOTOS CORTESÍA
Carlos Mejía nació un día como hoy (1.° de junio), hace 27 años. De hecho, cuando Q’HUBO habló con él ya estaba cumpliendo años, por las 15 horas de adelanto que nos lleva la ciudad de Melbourne, Australia, donde reside hace casi 6 años.
Este joven es colombiano, pero se podría decir que es un ciudadano del mundo, porque desde pequeño ha viajado por todos lados.
Nació en Bogotá, pero a la edad de 6 años ya había recorrido casi todo el país, ya que su padre fue un odontólogo empírico que trabajó de pueblo en pueblo.
Hasta ahí, su niñez fue normal y feliz, pero cuando su papá falleció, él quedó en manos de una madre que lo quería mucho, pero tenía problemas de consumo de alcohol, por lo que Carlos terminó trabajando como cotero de Corabastos a sus 7 añitos, sin haber pisado nunca una escuela.
No pasó mucho tiempo para que unas tías, muy estrictas, se lo trajeran a Medellín para ponerlo a estudiar, como se debía. Y aunque su familia trató de inculcarle amor por los deportes para ocupar su tiempo libre, Carlos descubrió a los 12 años que su hobbie, talento y verdadera vocación era el dibujo.
El Rolo, como lo empezaron a llamar sus amigos en Medellín, creció en esta ciudad e intentó 2 veces ser un universitario con carreras que no eran de su gusto (sino de su familia) y lo terminaron expulsando del campus.
“Me sacaron y fui la decepción de la familia (…) Entraron en una disputa de qué iban a hacer conmigo y me iban a mandar para Bogotá, hasta que mi hermana mayor intercedió y dijo que me mandaran para Australia, donde ella estaba viviendo, para que afinara”.
Nos contó.
Y mientras todo eso ocurría, El Rolo no dejaba de lado su pasión por el dibujo, lo veía más como escape de realidad. A los 21, cuando lo mandaron para Australia, llegó a trabajar como la gran mayoría de latinos, de mesero, limpiando piscinas, cuidando viejitos y en construcción.
Estando allá se dio cuenta que pintar grafitis en Australia es legal y hace un año y medio dejó de plasmar sus dibujos solo en el papel, para usar los muros como lienzo.
“Desde el primer trazo que tiré a la pared yo dije: lo mío es el arte, yo me quiero dedicar a esto y en algún punto de mi vida voy a vivir de esto”.
Con este reto empezó a perfeccionar su arte pintando a diario, hasta que se le convirtió en su trabajo oficial: “No sé en qué momento el tema de la pintura empezó a evolucionar tanto, que empezaron a llamarme de discotecas, restaurantes y bares porque querían que les pintara y que en mis redes sociales les promocionara fiestas”, expresó.
Cuando los reguetoneros van a dar conciertos en Melbourne, a El Rolo lo buscan desde las discotecas para que los reciba con su arte y así se ha dado a conocer más, ya que ha tenido la oportunidad de pintar grafitis para artistas como Mackie y Ryan Castro.
Ahora, este joven apasionado por el arte quiere seguir avanzando con sus dibujos y se le ocurrió plasmarlos en ropa, por lo que está en conversaciones con unos paisas que tienen una empresa de estampados en Australia, para que lo ayuden a llegar a ese siguiente nivel.
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