sábado, noviembre 23, 2024

La Fundación Getsemaní y su lucha contra el hambre desde hace 22 años en el oriente de Cali

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Una labor de corazón que diariamente une esfuerzos con el objetivo de calmar el hambre a niños, ancianos, habitantes en condición de calle y trabajadores informales. «Un plato de comida puede cambiar una vida».

Noticias Cali.

“El hambre es la mayor pobreza que existe., bajo esta premisa inicia labores Danir Díaz, directora y fundadora de la Fundación Getsemaní, cuyo centro de atención está ubicado en el barrio Comuneros II de la Comuna 13 de Cali.

La población atendida y a la vez, beneficiados, son niños de la primera infancia y en edad escolar, adultos sin ningún tipo de ingreso fijo o familiar cercano, habitantes en condición de calle y trabajadores informales.

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Ella es enfermera de profesión, sobrevive con un solo pulmón y padece una extraña enfermedad en los músculos, pero nada de esto le impide estar de lunes a viernes a las 9:00 a.m. en la Fundación preparando el almuerzo a más de 60 personas.

Danir o ‘Agonía’ como algunos la llaman, es unas las figuras representativas del barrio y, cómo no serlo, si su labor se centra en calmar el hambre en una de las zonas de la ciudad más humildes y en la que se encuentran familias que no logra comer tres veces al día.

Una hermosa labor

La Fundación Getsemaní en una jornada de entrega de almuerzos en la calle ha llegado hasta a los 200 platos.

“Getsemaní le compra al Banco de alimentos y recibe donaciones, pero hay días que nos quedamos sin fondos, toca salir a tocar puertas y ver que se hace. Así sea un arroz con salchichón o como nos pasó hace unos días que hicimos patas de pollo guisada…”

El almuerzo se le regala a los niños y a los adultos de la tercera edad, con características de ser hombre solos, sin hijos, sin esposa y con un cuerpo adolorido por los años.

A los habitantes en condición de calle se le vende por monedas o se cambia por trabajo, ya sea separar el material de reciclaje o lavar alguna mesa.

Los trabajadores informales como el señor que coloca el cartón en las motos, el que mide el aire de las llantas en el semáforo pagan entre $2000 y $5000, que es visto como un aporte voluntario porque “ellos pagan el día que tienen. Hay días que no se han hecho mayor cosa y por eso, no les voy a negar un plato de comida. Lo que sí exijo es que siempre me traigan el vianda limpio” explica Danir.

Nuevo modelo de financiación

Desde diciembre la Fundación ha incursionado en un nuevo modelo de financiación, una idea que nació en una niña de 7 años, la cual trata de recolectar material reciclable ya sea botellas plásticas o cartón.

Es un modelo que le apuesta a la sostenibilidad que en causa los fondos a la compra de alimentos. Ninguno de los tres operarios tiene salario, ni existe una cuenta suscrita a Getsemaní.

Las historias que rondan las instalaciones de la fundación son de la Cali con hambre, de la ciudad del estómago vacío que se atrevió a colocar el trapo rojo en la ventana durante el confinamiento. De jóvenes que han crecido en este comedor hecho con estibas de madera.

Jóvenes que ahora aprenden el arreglo de bicicletas para ganarse unos pesos.

También está el señor de muletas que se va a pie de Comuneros a Tequendama para cumplir con una cita médica y que cada tarde cuando Danir recoge su plato de la mesa le hace una señal de bendición y en voz baja casi susurrando le dice, «mi Dios le ha de pagar».

Así fue la entrevista de Daniel Otálvaro de la Escuela de Periodismo Ciudadano a Danir Díaz, directora y fundadora de la Fundación Getsemaní.

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