A lomo de mula y con un acueducto artesanal se alzó el barrio La Sierra en la Comuna 8, Villa Hermosa, en las extremas laderas del oriente de Medellín, un territorio que cumple 50 años de fundación y donde la comunidad continúa trabajando para mantener viva su memoria, a través de las nuevas generaciones y de un inmenso trabajo conjunto y comunitario jalonado por esa capacidad incansable de resiliencia.
Fue en este barrio, ubicado en las laderas del extremo oriental de Medellín, en límites, entre otros, con el barrio Villa Turbay el lugar elegido por sus pobladores para asentarse en este sector, arañando la montaña con casas de madera y caminos de herradura.
Es así como de a poco, abasteciéndose de agua desde la quebrada la Media Luna y haciendo convites construyeron las primeras vías, «Lo que se comerciaba era a través de lomo de mula, a través de convites y la misma comunidad que hizo la vía hasta tener ya la carretera para vehículos», le contó a NTM José Alirio Moreno, habitante de La Sierra.
Con acciones como esta y la ayuda de algunas entidades estatales también llegó la energía eléctrica y la construcción de la primera escuela.
En este barrio de transformaciones, como muchos otros en las laderas de Medellín, se ha superado la estigmatización y los tiempos oscuros y difíciles, apostándole, sobre todo, a procesos sociales y comunitarios, y al arte como una de las expresiones más poderosas de resiliencia y resistencia.
Nosotros llevamos seis años trabajando un proyecto que se llama La Sierra es otro Cuento, donde hemos hecho varios cortes, varios mini-documentales, por decirlo de alguna manera, varias canciones llamadas La Sierra es otro Cuento porque realmente trabajamos para eso, para decirles el documental fue hace más de 10 años, ya esto es otro cuento, expresó John Janner Mosquera, líder comunitario del sector y quien se refiere a una pieza audiovisual que retrató los años más crudos de la violencia en La Sierra.
Sin embargo, el panorama ha cambio y así como con el arte, las memorias e historias de vida de esta comunidad le han mostrado otra cara a la ciudad más allá de lo que fue un conflicto impuesto a principios de siglo porque grupos armados que veían en esas laderas un corredor ideal para sus acciones delictivas.
Hay historias muy bonitas de los que estuvieron acá antes de mí y que ya no están y son historias que se deben de transmitir y se debe dejar ese legado histórico, reiteró don José Alirio.
El barrio está mucho mejor, me gusta mucho la transformación del barrio porque hay mucha paz y mucha tranquilidad, dijo además doña Otilia Henao Yepes, quien habita el barrio hace más de 30 años.
A hoy, este barrio de un poco más de 3 mil habitantes, también es conocido por su vocación cafetera y el turismo comunitario a través de 16 murales plasmados en las fachadas de algunas viviendas, que más allá de imitar otras iniciativas en la ciudad, busca que la misma comunidad se sienta feliz y admire la belleza de su barrio.
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