La irresistible tentación de poner en evidencia los errores ajenos: Germán Antonio Roa Cabrera, Especialista en gestión humana organizacional, consultor en Mindfulness y terapia transpersonal.
Personas que se erigen como “fuentes de sabiduría”, que ven en los demás un “producto en proceso”, comparado con ellos que, se consideran “producto terminado”.
Hay personas que parecen especialistas en detectar los errores o equivocaciones ajenas como si detrás de estos encontraran una recompensa y si además pueden hacerlos visibles ante los demás ésta pareciera aún mayor, escudados algunos incluso en el concepto de “crítica constructiva” como excusando así el daño que de antemano saben pueden llegar a causar.
La globalización de los medios de comunicación y las tecnologías al servicio de ésta, permiten que la situación nos exponga no solo ante nuestro grupo de vínculos primarios y cercanos como familiares, amigos así como compañeros de trabajo sino ante un numero representativo de “seguidores” en las redes sociales, muchos de los cuales se atribuyen uno que otro derecho sobre cualquier artículo, imagen, foto o comentario que compartamos bajo el argumento de que como lo hacemos público, debemos aceptar cualquier tipo de intromisión, afortunadamente hablando de las redes sociales, no pasa de ser verbal.
Corregir o hacer caer en cuenta a otro de que se ha equivocado está bien, sin embargo no hay necesidad de hacerlo en público (a menos que hablemos de lideres cuyas decisiones o posiciones afecten el bienestar de una mayoría).
Pues aún en las redes sociales siempre está la opción de enviar un mensaje privado.
Es como el jefe que pudiendo retroalimentar a sus colaboradores en privado acerca de algo que no salió bien, prefiere hacerlo delante de todos los compañeros de trabajo, preso del ego y de su necesidad de mostrar el “poder” de la autoridad, que no es más que una forma de disfrazar la inseguridad y vulnerabilidad que seguramente lo agobian en otro aspecto de su vida.
Y así funciona, es la necesidad que yace detrás de cada quien de alimentar su necesidad de figurar o de mostrarse más inteligente o más creativo, o algo muy de moda en los últimos años: más culto o más espiritual; personas que se erigen como “fuentes de sabiduría” que ven en los demás un “producto en proceso” , comparado con ellos que se consideran “producto terminado”, dueños y hacedores de toda verdad y de todo lo que consideran correcto.
Algunos inclusive se atreven a hacer sugerencias para que alcancemos su nivel de “sabiduría”.
Sin embargo detrás de su subjetiva perfección lo que hay son seres humanos heridos, inseguros, con necesidades de reconocimiento que encuentran en estas prácticas una forma de amortiguar sus carencias afectivas o emocionales, sin siquiera llegar a considerar que pudieran necesitar algún tipo de ayuda.
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Todos somos tanto admirables como criticables, sin embargo siempre será mejor corregir en privado más aún si somos conscientes de que hacerlo en público podría ser incómodo para el otro.
¿Qué tal si esa misma vehemencia con la que se buscan errores ajenos, se utilizara para buscar actitudes, logros y éxitos y además se reconocieran públicamente?.
En nuestra familia, en nuestros grupos de amigos, en nuestro medio laboral, seguro que el impacto como sociedad sería mucho más constructivo y contribuiría a reparar y fortalecer el tejido de una sociedad cada vez mas permeada por la ausencia de valores y sentido de solidaridad.
Tanto las equivocaciones como los aciertos están a la orden del día de cualquier ser humano, es lo normal dentro del proceso de crecimiento y evolución de cada uno y es un proceso continuo que terminará solo el día de la muerte, pues mientras haya vida siempre habrá oportunidad de aprendizaje.
Ahora bien, esto no significa que se deban seguir cometiendo los mismos errores una y otra vez pues se trata precisamente de tomar conciencia de los mismos y aplicar los correctivos del caso, es ahí cuando se configura la verdadera lección de aprendizaje.
Pero, qué tal si en lugar de enfocarnos en los errores ajenos nos enfocamos un poco más en los propios?. Les aseguro que ahí sí vamos a obtener una verdadera recompensa: el aprendizaje continuo detrás de nuestras experiencias de vida.
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