Corrían los años 70 y en Cali, el ADN de sus habitantes latía al ritmo de los sonidos antillanos y salseros. Habia plan para cada fin de semana la musica salsa, las pintas, los peinados era protagonistas en los diferentes grilles de la ciudad.
Noticias Cali.
De la Cali del ayer siempre se habla de las famosas «aguaelulos», fiestas juveniles que se organizaban en los populares «grilles», como se les llamaba entonces a los bailaderos. El caleño de esa época recuerda muy bien los rumbeaderos que visitaba. En este artículo hablamos de algunos de ellos.
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Aquellos años 70 en Cali no solo fueron una época de diversión, sino también de creación de un legado cultural que ha perdurado en el tiempo.
Los aguaelulos y los grilles se convirtieron en el escenario perfecto para que los ritmos antillanos y salseros se arraigaran en el corazón de los caleños.
Los aguaelulos se armaban en las tardes, convirtiéndose en el punto de encuentro de los jóvenes caleños. Estos eventos eran conocidos por su energía y alegría desbordante, donde los menores de edad podían disfrutar de la música y el baile sin la influencia de bebidas alcohólicas, ya que en esos grilles solo se servían gaseosas y jugos.
Asistir a un aguaelulo no solo era una moda, sino una aventura. Se dice que muchos jóvenes de la época se escapaban de sus casas o del colegio para no perderse la diversión.
Entre los lugares más emblemáticos de esos años destacan el Honka Monka, Maunaloa, Aretama, Séptimo Cielo y Chango. Cada uno de estos sitios tenía su propio encanto y atracción, formando parte de la rutina semanal de los caleños.
Lunes de Honka Monka: Este grille era conocido por su ambiente amplio y agradable. Situado en la Carrera 6 con Calle 24, se convirtió en un punto de encuentro para la juventud de la alta sociedad caleña, incluyendo a familias como los Holguín Sardi y los Carvajal.
Martes de La Manzana: Otro de los puntos favoritos donde los cuerpos se movían al compás de la salsa.
Miércoles de Escalinata.
Jueves de Cabo Rojeño y El Chiva: Ambos lugares se disputaban la preferencia de los jóvenes, cada uno con su propia oferta de diversión y música.
Viernes de Séptimo Cielo: .Los únicos que se quejaban del ruido eran los vigilantes de las fábricas vecinas, quienes no podían dormir con la bulla de La pachanga se baila así, de Joe Quijano y Charlie Palmieri. De resto, todos bailaban felices, en esa época donde no existía ninguna ley semiseca y las puertas del Séptimo como le decían cariñosamente se abrían y se cerraban a cualquier hora.
El domingo no solo iban los más jóvenes, también iban los mejores bailarines. Ese día la rumba empezaba a las tres de la tarde y se acababa a la media noche. La gente hacía colas para entrar y una vez llegaron a devolver a más de doscientas personas.
Finalmente la Discoteca don José y Toro rojo tambíen hacian parte de los sitios favoritos.
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