Ana María Zapata sigue viviendo en la misma casa a la que llegó por primera vez en Villa del Socorro. /FOTO: CORTESÍA
Por los ojos de doña María ha pasado casi toda la historia del barrio Villa del Socorro. Llegó al barrio, huyéndole a la violencia en Cañasgordas, a principios de los años 60, cuando las empinadas calles de ese sector de la comuna 2 eran solo ‘piedreros’.
Se instaló en el barrio junto a dos de sus hermanos, sus hijos y su esposo, y vio crecer su familia y vio llegar otras que se convirtieron en sus vecinos.
El pasado 5 de diciembre doña María, cuyo nombre completo es Ana María Zapata, cumplió 100 años, y su familia extendida aprovechó la oportunidad para reunirse en torno a esta gran celebración: 9 hijos, 15 nietos, 27 bisnietos y 6 tataranietos, y otra decena de sobrinos, que la consideran el centro de la familia.
“Ella es la consejera, la que siempre está ahí para ayudarnos, es la casa a la que uno siempre llega, una súper abuela, de unos valores tremendos que nos ha enseñado a todos. Nos enseña que todos los días hay que vivirlos como si fuera el último; cuando pasa alguna situación negativa ella es la que nos tranquiliza a nosotros”.
Cuenta su sobrino Édgar Zapata.
Y es que doña María, es definitivamente la estampa de la mujer paisa, pues tiene esa mezcla entre cariño y dureza con la que muchos nos criamos.
“Ella levantó a sus hijos y nietos a punta de trapo mojado”, contó entre risas Édgar. “Cogía un trapito mojado que tenía en la cocina, todo rotico, y les daba con eso, y todo el mundo le marchaba, pero detrás de sus regaños siempre había un gran consejo”, manifestó su sobrino, quien también se crió como otro de sus hijos.
También la describió como una mujer exigente. Más de una vez se le vio regañando a sus nietos, especialmente a John Wilmar, que se la pasaba jugando fútbol en vez de estudiar. Años más tarde, sería más conocido como Pelusa Pérez, exjugador de Independiente Medellín y la Selección Colombia.
En la memoria de doña María siguen frescos muchos recuerdos de su juventud, y hasta hace muy poco entretenía a sus nietos y sobrinos con anécdotas. En los últimos días, ha estado delicada de salud, pero eso no la detuvo para celebrar su cumpleaños con sus familiares y vecinos.
Su actividad favorita siempre ha sido orar. Tanto que en la Parroquia San Martín de Porres, la iglesia cercana a su casa, el sacerdote ya sabe donde se sienta, y la misma comunidad le guarda el puesto.
“El mismo padre dice que cuando ella falta a la misa, ese puesto permanece vacío y nos da muy duro que ella algún día nos falte, porque sin duda es el estandarte de la familia”.
Concluyó Édgar.
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