A través de la Chiva del Amor, como él la llama, Jaime González les cuenta historias a los menores para ampliar sus conocimientos.
“Yo dije por qué no involucrar a Medellín en una historia que ellos la recuerden”, dice Jaime.
Tiene 62 años y en su juventud se dedicó a trabajar como docente de filosofía, labor que le dio las herramientas para contar las historias que hoy escuchan los menores, mientras dan un agradable paseo por el parque del barrio Santo Domingo.
“¿Qué hago yo?, es transcribirle a ellos de una forma que ellos lo entiendan que Medellín porqué se llama Medellín o porqué se llama Santo Domingo”, asegura.
Esta chiva hecha en madera se convierte en el escenario ideal para sacarle una sonrisa a los niños, al tiempo que conducen la historia de la ciudad.
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