Por Roberto Restrepo Ramírez
Este sábado 11 de junio, a las 7 y 30 de la noche, en el Teatro Azul de Armenia, la cita de los espectadores será con la función sobre el perdón, titulada «HOMINUM, PERDÓN POR SER”. Nos recuerda el valor de una palabra – el perdón -que se ha trasladado al protagonismo histriónico, a través de las historias de actos sublimes, traducidos en el hecho de encontrarse y reconciliarse con el otro, incluso el que nos hace daño.
Los espectadores se citarán con la historia a través del conocimiento de casos de mujeres que sufrieron y luego perdonaron. Es un recorrido por el peso de los conflictos internacionales, pero también del colombiano, que todavía lo vivimos con todo rigor.
El perdón es una capacidad humana y sublime de restañar las heridas. Este es un término que no queremos entender pero que tiene profunda connotación. Significa, desde el punto de vista etimológico, «cubrir con estaño» una superficie para reforzarla y protegerla. Al trasladarla al plano humano, entendemos que podemos restañar nuestro universo social, para blindarlo y resguardarlo.
En nuestra cotidianidad no queremos promover el ambiente de reconciliación. Al contrario, abrimos más las heridas y ahondamos las diferencias. No reconocemos los mínimos intentos de reconsiderar el proceso para sanar los golpes sociales. Aún más, abrimos y extendemos la brecha de la disputa, del conflicto.
En el Quindío, no obstante, existe curiosas formas de entendimiento comunitario que nos abren las posibilidades de conocernos y re – conocernos con los demás, para reforzar el sentido comunal, veredal y comunitario. Pero despreciamos su maduración y su consolidación.
Los siguientes son algunos ejemplos de reencuentro y reconciliación, que, sin embargo, no validamos. Simplemente pasan como gaje de la cotidianidad.
El primer ejemplo es parte de la historia. Se conoció como el convite. Ello pasó a la remembranza solidaria del Quindío.
Otro ejemplo fue único. Convocó el sentimiento ciudadano, primero como esparcimiento y alejamiento de la rutina. Y, después, se convirtió en un fenómeno de concentración pueblerina, que unió a pobres y ricos, a los amigos y enemigos y a todo un municipio, el de Filandia, para fabricar y elevar una gran cometa. Por primera vez se juntaron voluntades y se perdonaron diferencias. Fue el hecho histórico más recordado hasta nuestros días.
El tercer ejemplo es, con el paso del tiempo, más y más desconocido, pero también el más esperado. Si tenemos en cuenta el sector donde ese esfuerzo concita al público que lo protagoniza, pensaríamos que ello es una versión de leyenda. Ocurre en el barrio Santander de Armenia, donde las contradicciones sociales ebullen. Se ha llamado «el sancocho esquinero» o «la semana cultural del buen vecino», cuando dicho evento puede extenderse, en razón a los buenos resultados, traducidos en el rescate de la convivencia. Ello se da en un difícil sector de la capital del Quindío y convoca la solidaridad de sus habitantes y de los barrios vecinos. Es una oportunidad de RESTAÑAR heridas y PERDONAR odios y rencillas.
El sancocho del buen vecino debe entenderse en mayor proyección social. Es, particularmente un «programa de prevención integral, consignado en la participación comunitaria y la vocación de la coordinación interinstitucional, que se da para proponer iniciativas de paz, como son las celebraciones de vecinos». Esta mención añorada, alguna vez fue concebida en el seno de su comité organizativo, en el cual se destacó uno de sus promotores, el más recordado. Se llama Gustavo Yépez Álvarez, un adulto mayor y líder del barrio Belencito. Es el líder carismático, así como ocurrió con Jesús María Ocampo (apodado Chun) en el evento de la cometa de Filandia. O el anónimo ciudadano que promovió muchas veces el convite para congregar voluntades.
Convite, evento cometero y sancocho esquinero. Tres ejemplos que conjugan los verbos RESTAÑAR, CONVIDAR Y PERDONAR. Se traducen en sanar heridas, concitar voluntades y reconciliar espíritus.
La invitación es asistir a la función teatral del perdón, esta noche de sábado en el Teatro Azul de Armenia.