sábado, noviembre 16, 2024

Y NOS LLEGÓ EL CARNAVAL

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Josué Carrillo

Era yo un niño de kínder cuando se celebraron en Armenia las fiestas con motivo del sexagésimo aniversario de su fundación, se llamaban carnavales; no recuerdo que aquí haya habido otras con ese mismo nombre. En estas festividades participó todo el pueblo, hubo un reinado en el que las princesas eran Stella Vélez y Carmelita Londoño, quien ganó el certamen y la coronaron reina; además, hubo desfiles de comparsas, bailes callejeros y disfraces entre los cuales abundaban toreros, colombinas, payasos, diablos y uno que otro sultán de tierra fría. Esa fue la primera vez que oí la palabra carnaval y, desde entonces, la asocié por muchos años con las fiestas populares con que se celebran los aniversarios de la fundación de Armenia.

Aunque se llamen carnavales a las fiestas pueblerinas en cualquier época del año, hoy en Colombia se habla poco de ellos; en nuestros pueblos hay fiestas, ferias, festivales, reinados, etc. pero son muy pocos los llamados carnavales. Pasto tiene el suyo, de blancos y negros, a principios de enero, y Barranquilla lo celebra, como en casi todo el mundo, al comienzo de la cuaresma.

El carnaval es una fiesta que se celebra en países cristianos -principalmente católicos- y no cristianos; comienza el jueves anterior al miércoles de ceniza, y termina el martes siguiente, a medianoche, cuando empieza la cuaresma. Lo anterior permite una de las varias explicaciones que le dan a su nombre, la Iglesia católica, a principios de la Edad Media, llamó a esta festividad, carnaval, derivada del latín carnem-levare, que significa dejar la carne, porque justo después de la parranda viene la abstinencia, que es la prescripción obligatoria para todo católico, de no comer carne los viernes durante la cuaresma.

El origen de esta celebración es bastante lejano, muy anterior al cristianismo; como sucede con los todos los eventos y tradiciones cuyo comienzo se pierde en el tiempo, pues se remonta milenios atrás, también el origen del carnaval es bastante incierto y es mucho lo que se debate sobre él. Hay quienes afirman que en Egipto lo celebraban hace más de 5.000 años; otros les adjudican estas festividades a los griegos; lo que sí es cierto es que todas estas celebraciones estaban asociadas a algún suceso o evento cíclico en la naturaleza, tales como los solsticios de invierno y de verano o los equinoccios de otoño y primavera. Siglos antes de la llegada del cristianismo, los pueblos paganos festejaban en la época en que empezaba a ceder el invierno y la primavera hacía los primeros anuncios de su llegada, porque con ella volvía la vida y se renovaba la fertilidad; por esta razón Nerthus, diosa de la fecundidad y la abundancia, era el centro de las festividades.

En la antigua Grecia, la lenea o dionisia era una gran fiesta a comienzos de la primavera en honor a Dionisio el dios del vino, de donde se infiere que estos eran días de juerga y mucho trago. Los romanos, vaya uno a saber si por imitar a los griegos, también hicieron sus fiestas populares, las brumales, con motivo del solsticio de invierno, en honor del dios Baco; más próximas al final del invierno están las lupercales, las fiestas en honor a la loba que amamantó a los fundadores de Roma. No se entiende bien cómo hicieron los romanos para crear ese gran imperio, si vivían de fiesta en fiesta. En Egipto también tenían sus festividades, la que tenía lugar en los días cercanos al comienzo de la primavera era en honor al buey Apis, dios de la fertilidad. Algunos historiadores encuentran las raíces de todas estas fiestas en Sumeria, que es el puchero en el que se coció la primera civilización del mundo.

Con la adopción del cristianismo como religión del Imperio Romano, la iglesia extendió su influencia a todos los pueblos que estaban bajo el dominio de los romanos; pero esos pueblos no quisieron perder sus costumbres; por esta razón, la iglesia, para ganarlos como adeptos, tomó muchas de sus tradiciones, les cambio de nombre y las incorporó a su calendario litúrgico; fue así como de la saturnal y la brumal surgió la navidad y de las lupercales nació el día de san Valentín. Fueron los romanos quienes esparcieron la fiesta del carnaval por Europa, desde donde la llevaron los colonizadores españoles y portugueses en el siglo XVI, al continente americano.

Parece ser qué en la Edad Media durante las celebraciones del carnaval todo estaba permitido, con lo cual había la ocasión para los excesos y para mantener el anonimato la gente ocultaba su rostro detrás de un antifaz, por eso eran muy usuales los disfraces en estos días de fiesta. San Isidoro de Sevilla, en el siglo VII, habla de los travestis y la gente disfrazada de animales que corrían por las calles sin recato alguno y en el año 743 d.C. el sínodo de Leptines, Bélgica, también advierte sobre los disfraces de animales y los desmanes ocurridos en el mes de febrero. Con el paso de los años el carnaval ganó adeptos y se enriqueció con los aportes culturales de los diferentes pueblos, hasta convertirse en una manifestación muy importante de la cultura popular europea. Los desfiles de comparsas y los bailes de mascaradas se vieron por primera vez en Venecia en el año 1296.

En el siglo XIX el historiador Jacob Burckhardt le dio una nueva interpretación a la palabra carnaval; según su opinión, hoy sustentada por muchos investigadores, en una celebración romana, al parecer traída de Egipto, todos los años en los primeros días de marzo, al comienzo de la temporada de navegación, había un desfile de disfraces, el llamado carrus navalis, que remataba con la botadura de una nave decorada con flores en honor a la diosa Isis. Esta celebración quedó como un remanente de la antigüedad en el carnaval moderno.

En Europa, quizás el carnaval más famoso es el de Venecia, en donde las mascaradas y antifaces son toda una ostentación de lujo, fantasía y buen gusto. Por la abolición decretada por Napoleón en 1797, los venecianos dejaron de gozar de este espectáculo hasta 1979, cuando renació esta tradición. En Alemania se celebra con gran pompa en las regiones cercanas al rio Rin, especialmente en Maguncia, Düsseldorf y Colonia, donde tuvo lugar el primer desfile moderno de carnaval en 1823. A mi manera de ver, esta fiesta en Alemania es muy programada, no tiene la espontaneidad que se ve en las gentes cuando hay días de sol; una anécdota puede ilustrar mi apreciación: un jueves comienzo del carnaval, fui a un almacén en un pueblo de la Selva Negra y después de una breve charla me dijo la dama que me atendió: “hoy, a partir de las once tienen permiso los alemanes de estar contentos y de hacer bromas”. En efecto, en esos días mis vecinos me saludaban animosos con palabras inusuales, hasta un poco confianzudas; pensé que en adelante seguirían igual de joviales, pero no, el miércoles de ceniza volvieron al trato comedido pero distanciador de antes.

En la actualidad esta festividad se ha vuelto un evento global, ya son muchos los carnavales que se celebran en el todo mundo y en cada país se incorporan sus propias tradiciones, lo cual ha contribuido a hacer del carnaval la fiesta popular más famosa. Sin lugar a duda, han sido los africanos, llevados como esclavos a las colonias, quienes más aportes han hecho a las celebraciones modernas del carnaval, los colores vivos y brillantes, los sonidos, los elementos para crear disfraces, la música y los bailes. En el carnaval más famoso del mundo, el de Río de Janeiro, y en el de Barranquilla, que es el más conocido de Colombia, son manifiestos los aportes de las tradiciones africanas a esa celebración; sin embargo, lastimosamente, estos no se alcanzaron a percibir en los carnavales de Armenia, cuando yo era estudiante de kínder.

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